Las metamorfosis de Ovidio y otros mitos, Rosa Navarro Durán

Un mito al volver la esquina

Rosa Navarro Durán

Mitos? ¿Mitos de hoy? No, más bien mitos de siempre, pero los puedes encontrar al volver la esquina o al darle la vuelta a tu alma.

¿Por qué nos gusta tanto hacernos selfis, autorretratos con el móvil, autofotos? Pues, porque el ser humano es en el fondo un Narciso. ¿Y quién fue Narciso?

Para contar su historia tengo que empezar con la de la primera profecía del ciego Tiresias, el gran adivino griego. Una hermosa ninfa, Liríope, le preguntó a Tiresias si su precioso niño, Narciso, iba a vivir mucho, y el adivino le contestó que sí… siempre que no llegara a conocerse a sí mismo. Nadie entendió entonces qué quiso decir, pero con los años sus palabras iban a tener, por desgracia, mucho sentido.

A sus dieciséis años Narciso era un joven hermosísimo, tanto que enamoraba a todo el mundo, pero él no quería a nadie.  Una tarde que cazando se había cansado mucho y estaba sediento, fue a beber a una fuente de aguas limpísimas, rodeada de altos árboles que no dejaban pasar los rayos del sol. Mientras bebía, vio su imagen reflejada en el agua y le pareció que era el rostro más bello que nunca había visto, ¡no se dio cuenta de que era solo su imagen!

Quiso abrazar al hermoso joven que veía y metió los brazos en el agua, ¡no encontraron más que agua! Se acercó a su superficie para besarlo, y la imagen hacía lo mismo, pero sus labios solo tocaban agua. Hasta que se dio cuenta de lo que pasaba: ¡estaba enamorado de su propia imagen!

No pudo soportarlo y se fue lentamente consumiendo por el dolor. Los dioses, apiadados, lo convirtieron en una hermosa flor amarilla que a veces tiene pétalos blancos: es el narciso. Alguna vez habrás visto esta flor.

¡Cuidado con los selfis! ¡No vayamos a caernos por un precipicio para hacernos una foto de nosotros mismos! Ahora ya sabemos que, cuando nos entran irresistibles ganas de una autofoto, es que somos un poco narcisos.

Por si acaso, es mejor no empeñarse en estar siempre mirando –recordando– el pasado. El camino que tenemos delante es el que debemos recorrer y construir nuestro paso con entusiasmo y siempre del brazo de la Bondad.

¿Te gusta la música? Si hubieras podido oír a Orfeo con su cítara, no tengo ninguna duda de que te hubiera fascinado. Para escucharlo se le acercaban las fieras, mansas, las aguas del río se paraban y los árboles bajaban sus copas para poder oír mejor su música. Seguro que alguna vez te ha ocurrido con alguna canción, con alguna composición musical, ¡no podías dejar de escucharla! Es que tenía para ti toda la seducción del mejor músico griego: Orfeo. ¿Quieres saber algo de su vida?

Estaba casado con una ninfa muy bella, Eurídice, y vivían felices en Tracia. Pero un día, paseando ella por un prado, una víbora escondida en la hierba le picó el pie, y la hermosa joven murió. El dolor de Orfeo fue inmenso, y la música de su lira, acompañada por su doloroso canto, enternecía hasta las duras piedras, ¡toda la naturaleza guardaba silencio para escucharlo!

Tomó una decisión: bajar al Hades, el reino de las sombras, para pedir a sus dioses que dejaran volver a la tierra a Eurídice y así pudiera acabar de vivir su tiempo a su lado, porque el hilo de su vida se había cortado prematuramente. Su maravillosa música logró que el guardián de las puertas del inframundo, el perro Cerbero, cerrara sus tres espantosas bocas y le dejara pasar.

Les habló a Plutón y Proserpina, los dioses del Hades, de su inmenso dolor y les formuló su ruego. Consiguió conmoverlos con su dolorido y bellísimo canto, y le concedieron lo que pedía con una condición: Eurídice iba a regresar con él a la tierra, pero él no tenía que mirarla en el camino de ascenso. Si lo hacía, la perdería para siempre.

Parecía fácil no mirarla, ¿verdad? ¡Iba a tener mucho tiempo luego para hacerlo! Y sin embargo, no pudo resistir la tentación de mirar hacia atrás cuando ya estaba casi en el límite de la tierra. Cayó entonces ella para siempre en el abismo, y ya solo iban a poder reunirse después de la muerte del músico.

¿Por qué la miró Orfeo? ¿Dudaba de que ella le siguiera? ¿No podía soportar tanto tiempo sin verla? ¿O era su deseo de volver al pasado feliz lo que le hizo mirar hacia atrás?

Por si acaso, es mejor no empeñarse en estar siempre mirando –recordando– el pasado. El camino que tenemos delante es el que debemos recorrer y construir nuestro paso con entusiasmo y siempre del brazo de la Bondad.

¿Verdad que a veces te sientes metido en un laberinto? ¿Sabes quién construyó el primero y para qué? Se llamaba Dédalo –nombre que le damos también a un laberinto– y además ideó una especie de alas-delta para que él y su hijo, Ícaro, pudieran escapar de la isla de Creta. No estaría mal que supieras qué le pasó al temerario Ícaro al volar con sus alas de pluma unidas con cera y subir, subir hacia el sol…

Todo ello nos lo cuenta Ovidio, un poeta latino del siglo I, en sus Metamorfosis, recogiendo las creencias heredadas de los griegos. Si conoces los mitos, entenderás muy bien un montón de cosas que te rodean o pensamientos que te preocupan. Tienes a tu alcance esas hermosas historias que verás contadas en la naturaleza o en bellas obras de arte que guardan los museos.

Ediciones

[cast] Las metamorfosis de Ovidio y otros mitos Edebé 2020 140 páginas
[cat] Les metamorfosis d’Ovidi i altres mites Edebé 2020 140 pàgines

Recursos

Rosa Navarro Durán nacida en Figueres (Girona), el 16 de noviembre de 1947, es filóloga y catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona, donde ha ejercido la docencia hasta el año 2018; en la actualidad es profesora emérita de dicha Universidad. Ha sido jurado del Premio Príncipe de Asturias de las Letras desde el año 2000 hasta el 2014, del Premio Princesa de Asturias de las Letras de 2015, 2016, 2019 y 2020, y, a propuesta de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), jurado del Premio Miguel de Cervantes de 2012.

Entre sus méritos filológicos destaca su atribución de La vida del Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades a Alfonso de Valdés, -léanse los artículos de El Cultural y Clarín-, hipótesis argumentadas en el libro Alfonso de Valdés, autor del “Lazarillo de Tormes” (Gredos, 2003; 2ª ampliada, 2004), y que ha seguido sosteniendo en numerosas publicaciones posteriores, así como en la edición crítica del Lazarillo cuidada por ella misma (Alianza editorial, 2016). También es autora de versiones de clásicos literarios adaptadas al público infantil y juvenil, como La Odisea contada a los niños.

Rosa Navarro ha realizado numerosísimas entrevistas y conferencias divulgativas en Universidades, Bibliotecas y centros Educativos sobre la autoría de Alfonso de Valdés de La vida del Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades.

También, como especialista de la literatura del Siglo de Oro, Rosa Navarro fue comisaria de la exposición “Teresa de Jesús. La prueba de mi verdad”, un recorrido por episodios de la vida de la monja carmelita a través de su obra literaria, y participó en la presentación del libro “Santa Teresa o la llama permanente. Estudios históricos, artísticos y literarios” que recoge una veintena de estudios procedentes en su mayor parte del Congreso Internacional “Y tan alta vida espero. Santa Teresa o la llama permanente, de 1515 a 2015” que se celebró en la Universidad Complutense de Madrid en octubre de 2015, con motivo del V centenario del nacimiento de la Santa.

Miguel de Cervantes y su obra han centrado también los estudios de Rosa Navarro. Fue comisaria de la exposición “16 personajes que maravillan y… Miguel de Cervantes” que organizó en 2016 Acción Cultural Española en el marco del IV Centenario de la muerte de Cervantes.

Su entusiasmo contagioso por la literatura y su afán por su promoción y conocimiento la llevó a publicar la colección, “Clásicos contados a los niños”, en la que las adaptaciones de las páginas más universales de la literatura se convierten en obras cercanas y comprensibles para el público juvenil.

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